Leonor Plantagenet fue una figura clave en la Europa medieval, cuyo papel como reina consorte de Castilla contribuyó a consolidar lazos dinásticos entre Inglaterra y la península ibérica. Conocida también como Leonor de Inglaterra, nació en 1161 y falleció en 1214, siendo hija del célebre Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania. Su linaje, sus alianzas matrimoniales y su papel político hacen de ella un personaje fundamental para entender las intrincadas relaciones entre los reinos europeos en plena Edad Media.
Infancia y educación
La casa Plantagenet, de la que procedía Leonor, dominó la escena política de Inglaterra y gran parte de Francia entre los siglos XII y XV. Así Leonor nació en el seno de una de las cortes más refinadas y cultas de la Europa de su tiempo. Su madre, Leonor de Aquitania, había fomentado un entorno en el que la poesía, la música y las artes ocupaban un lugar destacado, lo que permitió a Leonor Plantagenet recibir una educación esmerada, poco habitual entre las princesas de la época. Su formación abarcó no solo los aspectos litúrgicos y cortesanos, sino también el conocimiento de idiomas y rudimentos de administración que le servirían en su vida como reina consorte en Castilla.
Matrimonio con Alfonso VIII de Castilla
El matrimonio entre Leonor Plantagenet y Alfonso VIII de Castilla fue parte de una estrategia diplomática diseñada para fortalecer los lazos entre Inglaterra y Castilla frente al creciente poder de Francia y el continuo avance almohade en la península Ibérica. La boda se celebró en 1170, cuando Leonor apenas contaba con nueve años, aunque la unión solo se consumó años después. Este enlace convirtió a Leonor en reina consorte de Castilla, situándola en el centro de la política hispana y ligando para siempre la dinastía Plantagenet con la realeza castellana.

El matrimonio entre ambos fue, según las fuentes, sólido y fructífero, marcado por la colaboración política en la corte y por la crianza de numerosos hijos, muchos de los cuales desempeñarían un papel destacado en la Europa posterior. De esta manera, Leonor Plantagenet y Alfonso VIII contribuyeron a dar estabilidad al reino y a asentar la autoridad real en un territorio por entonces fragmentado y sometido a conflictos.
Reina consorte
Durante su reinado como consorte, Leonor Plantagenet se caracterizó por su gran discreción y por su firmeza en la gestión de los intereses de la corona castellana. No fue una reina pasiva, sino que intervino en varias ocasiones en asuntos políticos, económicos y religiosos. Se le atribuye un importante papel en la mediación entre su esposo y la nobleza, y están documentadas sus intervenciones en asuntos de política internacional, aprovechando sus contactos familiares en la corte inglesa y en la corte francesa.
Fue asimismo gran promotora de las artes y la cultura en Castilla, siguiendo la tradición de su madre. Fundó y protegió monasterios, templos y centros de estudio, impulsando la llegada de libros y manuscritos a los dominios castellanos. La influencia de Leonor Plantagenet en la corte resultó fundamental para adaptar los modelos culturales y administrativos del norte de Europa a la realidad peninsular.
Descendencia
Aunque Leonor Plantagenet y Alfonso VIII de Castilla tuvieron más de diez hijos, algunos de los más destacados fueron los que marcaron el devenir político y cultural de la Corona de Castilla y más allá. Berengaria de Castilla, la primogénita, asumió con destreza la regencia tras la temprana muerte de su hermano y, pese a su breve reinado, garantizó la sucesión pacífica al abdicar en favor de su hijo. Urraca de Castilla llevó su linaje a la corte de Portugal como reina consorte, estableciendo alianzas duraderas entre ambos reinos. En Francia, Blanca de Castilla gobernó como regente durante la minoría de Luis IX, infundiendo un espíritu de justicia y piedad que habrían de perdurar en la dinastía capeta.
También se formaron lazos estratégicos en Aragón gracias a Leonor de Castilla, cuyo matrimonio con Jaime I consolidó la cooperación cristiana en la Reconquista. El único varón que alcanzó el trono, Enrique I de Castilla, reinó siendo aún un niño y, tras su prematura muerte sin descendencia, abrió el paso al gobierno de sus hermanas. A este núcleo se suman Fernando de Castilla, llamado a heredar la corona hasta que una fiebre en plena campaña lo arrebató en 1211; Mafalda de Castilla, prometida al príncipe de León para sellar pactos dinásticos, aunque su temprana defunción frustró estos planes; y Constanza de Castilla, cuyas responsabilidades como abadesa del Monasterio de Las Huelgas lo convirtió en un faro espiritual y cultural de la época.
Últimos años y fallecimiento
La muerte de Alfonso VIII en 1214 marcó el ocaso del reinado de Leonor Plantagenet como consorte, pero no supuso el retiro inmediato de la reina, que luchó activamente por asegurar la sucesión de su hijo Enrique I frente a las tensiones entre la nobleza y la regencia. Sin embargo, el fallecimiento de Alfonso la sumió en una profunda tristeza, y según crónicas de la época, su salud se resintió notablemente.
Leonor Plantagenet falleció apenas tres semanas después de su esposo, el 31 de octubre de 1214. Su cuerpo fue sepultado junto al de Alfonso VIII en el Monasterio de las Huelgas de Burgos, fundación propia de ambos, que se convirtió en uno de los grandes centros espirituales y funerarios de la monarquía castellana medieval. La elección de este lugar como panteón real es también un testimonio de la importancia simbólica y espiritual de la reina.