Santo Tomás Becket es una de las figuras más destacadas del cristianismo medieval. Su vida, marcada por una estrecha relación con el rey Enrique II y por un abrupto giro hacia el ascetismo y la defensa de la Iglesia, culmina en un martirio que conmocionó a toda Europa. Sigue leyendo para descubrir su historia.
Orígenes y formación de Tomás Becket
Tomás Becket nació en Londres en el año 1118 en el seno de una familia normanda acomodada. Su padre, Gilbert Becket, era mercader, y su posición social permitió que Tomás recibiera una sólida formación. Estudió en Merton, posteriormente en París, y trabajó como secretario para Teobaldo, arzobispo de Canterbury, quien reconoció su talento y lo envió a estudiar derecho canónico en las prestigiosas escuelas de Bolonia y Auxerre. Esta formación jurídica jugaría un papel clave en su carrera posterior, especialmente en los debates sobre los derechos de la Iglesia.
Hacia 1155, gracias al apoyo de Teobaldo de Bec, Tomás Becket fue nombrado canciller de Inglaterra bajo el reinado de Enrique II. En este cargo, Becket demostró una gran capacidad administrativa y una lealtad indiscutible al monarca, convirtiéndose no sólo en un eficaz colaborador sino también en amigo personal del rey. Su vida durante esta etapa fue más la de un noble que la de un clérigo, rodeado de lujos, con una corte fastuosa y numerosas responsabilidades que lo vincularon estrechamente al gobierno secular.
El ascenso al arzobispado y el cambio radical
La muerte del arzobispo Teobaldo en 1161 ofreció a Enrique II la oportunidad de nombrar a alguien de su total confianza para el puesto más alto de la Iglesia inglesa. Así, en 1162, Tomás Becket fue consagrado arzobispo de Canterbury. No obstante, este nombramiento supuso un punto de inflexión. Para sorpresa del rey y de muchos cortesanos, Becket adoptó una postura rigurosamente religiosa y comenzó a ver su misión como la defensa intransigente de los derechos de la Iglesia frente al poder del Estado.

Rápidamente surgieron tensiones entre Becket y Enrique II, especialmente en torno a la jurisdicción sobre el clero y los nombramientos eclesiásticos. El conflicto más encarnizado tuvo lugar en 1164, cuando el rey promulgó las llamadas Constituciónes de Clarendon. Este conjunto de decretos buscaba limitar la influencia de Roma en los asuntos eclesiásticos de Inglaterra y someter a los clérigos a los tribunales civiles. Becket se negó a aceptarlas, afirmando que contravenían el derecho canónico y la autoridad papal. Como consecuencia de su negativa, fue juzgado y se vio obligado a exiliarse en Francia, donde permaneció durante casi seis años.
El exilio y el regreso a Inglaterra
Durante su exilio, Tomás Becket residió en la abadía cisterciense de Pontigny y más tarde en la Catedral de Sens, bajo la protección del rey Luis VII de Francia. Desde allí, mantuvo una activa correspondencia con el Papa Alejandro III y con sus aliados ingleses, denunciando las acciones de Enrique II y excomulgando a varios de sus adversarios políticos y eclesiásticos.
Las tensiones entre el arzobispo y el rey continuaron sin resolverse, alimentadas por la política internacional y las divisiones internas del clero inglés. Finalmente, en 1170, tras complejas negociaciones y presiones por parte del pontífice, Enrique II accedió a permitir el regreso de Becket a Inglaterra. Sin embargo, la situación estaba lejos de estar pacificada, pues Becket reanudó sus excomuniones y denuncias contra aquellos que, durante su exilio, habían usurpado funciones eclesiásticas o apoyado al monarca.
El asesinato en la catedral de Canterbury
El 29 de diciembre de 1170, Tomás Becket fue asesinado en la catedral de Canterbury por cuatro caballeros al servicio de Enrique II: Reginald FitzUrse, Hugh de Morville, William de Tracy y Richard le Breton. Estos soldados, interpretando las palabras de indignación del rey como una orden, se desplazaron a Canterbury y ejecutaron al arzobispo frente al altar mayor, en un acto que escandalizó a toda la cristiandad.
El impacto del asesinato fue inmediato. La brutalidad del crimen dentro de un lugar sagrado generó una ola de consternación en toda Europa. Tomás Becket fue considerado mártir por haber defendido la autonomía de la Iglesia frente al poder secular. El Papa Alejandro III canonizó a Becket en 1173, apenas tres años después de su muerte, y su santuario en Canterbury se convirtió en un importante centro de peregrinación medieval, al que acudieron miles desde todos los rincones de Europa.
Repercusiones y legado
El asesinato de Tomás Becket forzó a Enrique II a buscar la reconciliación con Roma y a realizar un acto público de penitencia. En 1174, el rey viajó a Canterbury, donde caminó descalzo hacia la tumba del mártir y fue flagelado simbólicamente por los monjes del monasterio. Este gesto pretendía restaurar la paz con la Iglesia y enmendar su imagen, seriamente dañada por el asesinato de su antiguo amigo y colaborador.

En términos históricos, la figura de Santo Tomás Becket representa uno de los más claros conflictos entre el poder civil y la autoridad religiosa de la Edad Media. Su martirio se convirtió en emblema de la libertad eclesiástica ante los abusos del Estado, y su nombre pasó a ser sinónimo de integridad moral y valentía espiritual. El conflicto entre Becket y Enrique II se inscribe dentro de una lucha más amplia que caracterizó buena parte de la Europa medieval, donde los reyes y los papas competían por el dominio de las estructuras de poder.
El culto a Santo Tomás Becket se extendió rápidamente por todo el continente. Su santuario atrajo a figuras como el rey Eduardo III o el poeta Geoffrey Chaucer, quien en «Los cuentos de Canterbury» hace de la peregrinación a la tumba de Becket el hilo conductor de su obra. Sin embargo, con la llegada de la Reforma inglesa, el culto a Becket fue suprimido por orden de Enrique VIII, quien consideró que la veneración del santo se oponía a la supremacía real sobre la Iglesia en Inglaterra. Su tumba fue destruida en 1538 y sus restos fueron probablemente dispersados, aunque siguen existiendo reliquias atribuidas al santo en diversas iglesias de Europa.
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