La Batalla de Civetot y La Masacre de la Cruzada Popular

Redacción

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cruzados populares huyendo de los turcos en la batalla de Civetot

La batalla de Civetot constituye uno de los capítulos más devastadores de la Primera Cruzada, el ambicioso proyecto militar y religioso que marcó profundamente Europa y Oriente Medio en la Edad Media. Esta batalla enfrentó en el año 1096 a grupo de milicianos provenientes de los estratos más humildes de las sociedad pero inexpertos en el combate contra un ejército de turcos selyúcidas en Civetot, actual Altinova (Turquía).

Contexto histórico

Para entender los acontecimientos que condujeron a la batalla de Civetot, debemos remontarnos al momento histórico en el cual Europa se hallaba sumida en profundos cambios religiosos, políticos y sociales. A finales del siglo XI fue convocada la Primera Cruzada por el papa Urbano II durante el Concilio de Clermont, en respuesta a la petición del emperador bizantino Alejo I Comneno , quien solicitó ayuda para frenar el avance de los turcos selyúcidas en Asia Menor. Este llamado a la cristiandad fue presentado también como una oportunidad de redimir los pecados mediante la peregrinación armada a Tierra Santa. La promesa de indulgencia plenaria y la motivación religiosa, política y económica impulsaron a miles de nobles, caballeros y campesinos europeos a unirse a la expedición. El objetivo principal era recuperar Jerusalén y otros lugares sagrados que estaban bajo control musulmán.

Pedro el Ermitaño Predicando e incitando a las masas a unirse a la Cruzada Popular.
Pedro el Ermitaño Predicando e incitando a las masas a unirse a la Cruzada Popular.

Paralela a esta iniciativa surgió la llamada Cruzada de los Pobres (también conocida como Cruzada Popular), un movimiento espontáneo liderado principalmente por predicadores como Pedro el Ermitaño. Antes de que los ejércitos organizados partieran hacia Oriente, una multitud de campesinos, artesanos e incluso mujeres y niños emprendieron su propio camino hacia Tierra Santa sin preparación ni apoyo logístico adecuado. Esta cruzada, marcada por el fervor religioso, también provocó masacres contra comunidades judías en Europa Central y terminó en tragedia: la mayoría de los participantes fue aniquilada por los turcos en Asia Menor antes de llegar a su destino.

La llegada a Asia Menor

El singular grupo, compuesto principalmente por campesinos, artesanos y personas humildes sin preparación militar ni organización logística, que formaron parte de la Cruzada Popular, fueron los primeros en partir, cruzando Europa central y meridional en dirección a Constantinopla, experimentando grandes penurias en su viaje. Faltos de disciplina y organización, este inmenso grupo humano alcanzó tierras bizantinas con escasa provisión de víveres y equipamientos muy precarios. Ante la evidente dificultad de sostener a este grupo de cruzados inexpertos y faltos de víveres llevó al emperador Alejo I Comneno a trasladarlos con rapidez hacia Asia Menor, territorio en poder de los turcos selyúcidas que amenazaban constantemente el Imperio bizantino.

Sin embargo, una vez en tierras turcas, el liderazgo del grupo se desmoronó y los cruzados acabaron dividiéndose según su origen étnico. Una de estas divisiones, un destacamento alemán que había logrado tomar el castillo de Xerigordos, fue completamente aniquilada durante un asedio en septiembre. Poco después, dos espías turcos difundieron un rumor entre los cruzados: aseguraban que ese grupo de alemanes también había conquistado Nicea. La noticia, aunque falsa, despertó la codicia en el campamento principal de los cruzados en Civetot, que empezaron a impacientarse por participar en el saqueo de la ciudad cuanto antes.

Mientras tanto, Pedro el Ermitaño, considerado el líder espiritual de la cruzada, había regresado a Constantinopla para gestionar el envío de suministros. Aunque muchos pensaban que debían esperar a Pedro otros como el cruzado Geoffrey Burel, que había asumido el mando en su ausencia, se opuso con firmeza. Argumentó que esperar era un acto de cobardía y que debían atacar a los turcos de inmediato. Al final, su decisión se impuso.

Así, en la mañana del 21 de octubre, un ejército de más de 20.000 cruzados partió rumbo a Nicea, dejando atrás en el campamento a las mujeres, los niños, los ancianos y los enfermos.

Desarrollo de la batalla de Civetot

A unas tres millas del campamento, justo donde el camino se adentraba en un valle estrecho y boscoso cerca del pueblo de Dracon, el ejército turco de Kilij Arslan I esperaba en silencio el avance de la Cruzada Popular hacía la ciudad de Nicea. Los cruzados, sin saber lo que les aguardaba, avanzaban haciendo bastante ruido. Fue entonces cuando, de repente, una lluvia de flechas cayó sobre ellos.

El pánico estalló casi al instante. En cuestión de minutos, el ejército entero huía desordenadamente hacia el campamento. La mayoría no logró escapar. Solo se salvaron vivas algunas niñas, monjas y niños que podían ser vendidos como esclavos. Más adelante, durante la cruzada de los príncipes, algunos de ellos fueron liberados cerca de Antioquía.

Uno de los líderes de la cruzada, el caballero Walter Sans Avoir, cayó en medio del combate. Solo unos tres mil cruzados, entre ellos Geoffrey Burel, consiguieron refugiarse en un castillo abandonado. Tiempo después, los bizantinos liderados por Constantino Katakalón llegaron por mar y rompieron el asedio. Estos pocos miles de supervivientes lograron regresar a Constantinopla, siendo los únicos que vivieron para contar lo ocurrido en la llamada Cruzada Popular.

Impacto de la batalla

Inmediatamente después de la debacle en Civetot, el prestigio y la moral cruzada sufrieron una dura caída. Aquella derrota puso de relieve la vulnerabilidad extrema de ejércitos que no poseían la preparación militar ni una mínima coordinación estratégica. Además, obligó al papado y a los caballeros europeos que posteriormente llegarían a Constantinopla a reconsiderar la importancia crucial de la disciplina, organización y liderazgo para futuras campañas y batallas.

La pérdida de vidas en Civetot resultó ser una advertencia temprana sobre las consecuencias devastadoras de la improvisación militar. El emperador bizantino Alexis I reaccionó con preocupación ante la noticia de aquella masacre, mejorando significativamente su apoyo y logística para las fuerzas oficiales que estaban por venir. Esta derrota favoreció, indirectamente, una mejor planificación en las posteriores expediciones de la cruzada, lo que permitió alcanzar resultados más exitosos en años siguientes, entre ellos la toma de Jerusalén en 1099.

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