Zengi: El  Atabeg Que Desafió a Los Reinos Cruzados

Redacción

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Pintura al óleo que representa a Zengi

Gobernante ambicioso, militar tenaz y artífice de la reunificación sirio-mesopotámica, Imad al-Din Zengi es uno de los personajes clave para entender la evolución de los Estados musulmanes frente a la amenaza cruzada. Su reinado marca un punto de inflexión en la historia de las Cruzadas, ya que fue el primero en lograr una victoria significativa ante los cristianos del reino de Jerusalén.

Orígenes y ascenso al poder

Zengi nació hacia el año 1087, en el seno de la turbulenta aristocracia turcomana asentada en Iraq tras la llegada de los selyúcidas. Su padre, Aq Sunqur al-Hajib, fue gobernador de Alepo para los selyúcidas, lo que permitió a Zengi crecer entre la élite militar y politica de la región. En el año 1094 el padre de Zengi fue decapitado por traición y este fue criado por Kerbogha, el gobernador de Mosul.

Zengi comenzó su carrera militar al servicio de los gobernadores de Mosul, primero bajo las órdenes de Jawali Saqawa (1106–1109), luego de Mawdud (1109–1113) y, a partir de 1114, de Aqsunqur al-Bursuqi. Permaneció en Mosul hasta 1118, año en que pasó a servir al nuevo sultán selyúcida Mahmud II (1118–1119). Cuando Sanjār ascendió al trono en 1119, Zengi se mantuvo leal a Mahmud, quien asumió el control del sultanato selyúcida de Irak (1119–1131). Como compensación al apoyo prestado  Zengi fue nombrado atabeg de Mosul y Alepo en 1127 y 1128 respectivamente por el sultán selyúcida Mahmud I. Este nombramiento como atabeg le proporcionó legitimidad y una importante base territorial. que sería conocido como el Estado zenguí, destinado a convertirse en una auténtica potencia regional.

La lucha por Damasco

A comienzos del siglo XII, Zengi comenzó a tejer su propia red de poder en Siria y Mesopotamia. En 1130, selló una alianza con Taj al-Mulk Buri de Damasco para combatir a los cruzados, aunque en realidad solo buscaba fortalecer su posición. No tardó en traicionar a su aliado: capturó al hijo de Buri, se apoderó de Hama e intentó sin éxito conquistar Homs. De vuelta en Mosul, liberó a los prisioneros damascenos a cambio de 50.000 dinares, y poco después se enfrentó incluso al califa de Bagdad tras atacar a un emisario suyo.

La muerte del sultán Mahmud II en 1131 abrió una guerra interna entre los selyúcidas, que Zengi trató de aprovechar para tomar Bagdad. Sin embargo, fue derrotado por las tropas del califa y solo consiguió escapar gracias a la ayuda del gobernador de Tikrit, Najm ad-Din Ayyub, a quien más tarde recompensó con un puesto en su ejército. Aquel gesto resultaría decisivo, pues el hijo de Ayyub sería nada menos que Saladino, el gran líder musulmán de las Cruzadas.

Pese a sus fracasos iniciales, Zengi consolidó su poder en Alepo, fortificó su ciudadela y sentó las bases de un Estado capaz de unificar Siria frente a los cruzados. Su verdadera obsesión, sin embargo, seguía siendo Damasco

En 1135, el joven emir Shams al-Mulk Ismail, temiendo ser derrocado por su propio pueblo, le pidió ayuda y le ofreció la ciudad. Pero su madre, Zumurrud, lo asesinó antes de permitir que Damasco cayera en manos de Zengi. Lejos de rendirse, el señor de Alepo marchó igualmente sobre la ciudad, la asedió durante meses y finalmente aceptó una tregua al no poder conquistarla. En su retirada atacó Homs, lo que provocó una nueva respuesta de Damasco. Pese a no lograr su meta inmediata, Zengi había dado el primer paso para el futuro dominio zengí en Siria, que su hijo Nur ad-Din (1147–1174) llevaría a su máximo esplendor.

La amenaza cruzada

Durante los primeros decenios del siglo XII, los cruzados habían consolidado sus dominios mediante la fundación de los reinos de Jerusalén, Antioquía, Edesa y Trípoli. La existencia de estos Estados latinos dependía de su capacidad para aprovechar las debilidades políticas de sus adversarios musulmanes. Sin embargo, la irrupción de Zengi supuso un grave peligro para la estabilidad de los feudos cristianos.

A diferencia de otros gobernantes musulmanes, que aceptaban pactos con los cruzados, Zengi promovió la idea de la yihad o guerra santa defensiva como un deber colectivo. Este discurso, impulsado tanto por motivos religiosos como políticos, se convirtió en un poderoso elemento para cohesionar a las poblaciones musulmanas bajo su liderazgo. La legitimidad religiosa de Zengi se vio reforzada por su papel de defensor del islam frente a los invasores cristianos, lo que permitió movilizar recursos y voluntades para la guerra.

El asedio de la fortaleza de Million y la victoria sobre los cruzados en la batalla de Rugia, cerca de Alepo, mostraron su potencial militar. Sin embargo, sería la conquista de Edesa en 1144 el mayor triunfo de Zengi y el acontecimiento que marcaría un antes y un después en el enfrentamiento entre Oriente y Occidente.

La conquista de Edesa

La ciudad de Edesa, capital del primero de los Estados cruzados, constituía el flanco más débil de los dominios cristianos en Tierra Santa. Su población, mayoritariamente armenia y griega, demostraba escaso apego a los gobernantes latinos. Zengi, tras consolidar su poder en Alepo y Mosul, dirigió sus campañas hacia esta ciudad estratégica situada en la actual Turquía.

En octubre de 1144, el ejército de Zengi puso cerco a Edesa. Tras varios meses de sitio, la ciudad cayó en diciembre de ese año, en un episodio de especial crudeza que puso fin a la presencia cristiana en la región. La toma de Edesa fue un hito de enorme repercusión en Occidente, provocando la alarma entre los príncipes cruzados y desencadenando la llamada a la Segunda Cruzada por el papa Eugenio III, predicada incansablemente por San Bernardo de Claraval en toda Europa occidental.

La magnitud de este éxito convirtió a Zengi en el líder indiscutible de la yihad. Su nombre fue exaltado no solo en el mundo musulmán, sino también temido y odiado en el ámbito latino. Por primera vez desde el inicio de las Cruzadas, los musulmanes recuperaban una gran ciudad y demostraban la posibilidad de hacer retroceder a los invasores cristianos.

Muerte y sucesión

El reinado de Zengi no estuvo exento de conflictos ni de obstáculos internos. La hostilidad permanente con los emires rivales, sumada a la difícil administración de territorios tan extensos, exigió una continua vigilancia militar. Zengi fue conocido tanto por su crueldad hacia los rebeldes como por su generosidad con sus fieles, componiendo así un perfil de líder carismático y temido.

En 1145, Zengi volvió a intentar hacerse con Damasco, pero su ambición se truncó al año siguiente. En septiembre de 1146, mientras se encontraba ebrio, amenazó a uno de sus esclavos francos, Yarankash, por beber de su copa. Aquella misma noche, el sirviente se vengó y lo asesinó, poniendo fin a la vida del temido atabeg.

A la muerte de Zengi, su familia heredó el vasto territorio que había conquistado. Su hijo mayor, Sayf al-Din Ghazi I, tomó el mando en Mosul, mientras que Alepo quedó en manos de Nur al-Din, su segundo hijo. Tres años más tarde, tras el fallecimiento de Sayf en 1149, el poder en Mosul pasó al tercer hijo de Zengi, Qutb al-Din Mawdud.

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