Balduino II de Jerusalén, también conocido como Balduino de Bourcq, es una de las figuras más relevantes en la historia de las Cruzadas y el Reino de Jerusalén. Su reinado, que se extendió desde 1118 hasta 1131, abarcó una de las etapas más delicadas para los estados cruzados en Oriente Próximo. A pesar de las constantes amenazas externas y las intrigas internas, Balduino II logró consolidar y expandir el joven reino latino.
Orígenes y ascenso al poder
Balduino II nació hacia 1075 en la región de Rethel, en la Champaña francesa. Pertenecía a la nobleza franca y era primo de Balduino I, primer rey de Jerusalén, así como sobrino de Godofredo de Bouillón, el legendario líder de la Primera Cruzada. Su linaje y relevancia familiar le permitieron llegar a Tierra Santa en los primeros años del siglo XII, donde acompañó y apoyó a su primo Balduino I primero en Edesa y, posteriormente, en Jerusalén.
En 1100, tras la creación del condado cruzado de Edesa, Balduino II se convirtió en conde de este enclave, el primer estado latino establecido en Oriente. El gobierno de Edesa fue su escuela de experiencia militar y administrativa, enfrentándose tanto a las amenazas de los turcos selyúcidas como a las complejas alianzas y rivalidades entre los señores cruzados y los poderes locales. Tras la muerte de Balduino I en 1118, Balduino II fue elegido rey de Jerusalén en detrimento de Eustaquio III, gracias al apoyo de Joscelino I de Courtenay quien promovió la idea de que la corona debía ser para Balduino.
Reinado
El reinado de Balduino II de Jerusalén coincidió con un periodo crítico en la historia del Oriente latino. Los pequeños reinos y condados establecidos por los cruzados se enfrentaban a un doble peligro: por un lado, el avance de los musulmanes, en particular de los turcos dirigidos por Zengi y otros emires de Siria y Mesopotamia; por otro, la fragilidad interna de los estados cruzados, divididos por rivalidades feudales y la falta de recursos materiales y humanos.

Balduino II desplegó una notable capacidad militar, interviniendo en repetidas ocasiones para defender los territorios cruzados y ampliar el radio de acción del Reino de Jerusalén. Participó activamente en la defensa de Edesa y Antioquía, acudiendo en auxilio de otras plazas fuertes cristianas cuando era necesario. Un episodio destacado de su vida fue su captura en 1123, cuando cayó prisionero de los selyúcidas en la batalla de al-Atharib. Durante más de un año, estuvo cautivo en Alepo, siendo liberado finalmente en 1124 tras el pago de un elevado rescate.
También lideró campañas contra los emires musulmanes de Damasco, Alepo y otras ciudades. Aunque nunca logró grandes victorias definitivas, su capacidad para reunir tropas y mantener la presión sobre sus enemigos fue fundamental para la supervivencia del reino. Las victorias en batallas como la batalla de Azaz en 1125 reforzaron su autoridad y frenaron temporalmente el avance de los rivales musulmanes.
Su gobierno estuvo marcado por una continua defensa de los territorios, adaptando las estrategias militares al terreno y la situación política cambiante. Balduino II también promovió la fortificación de castillos y ciudades, creando una red de baluartes que permitió a Jerusalén resistir embestidas superiores en número y recursos.
Diplomacia
La supervivencia de Jerusalén y los estados cruzados dependía tanto de la fuerza militar como de la habilidad diplomática. En este sentido, Balduino II supo jugar con maestría sus cartas, fomentando alianzas con los poderes cristianos y manteniendo la iniciativa frente a sus enemigos. Una de sus estrategias más notables fue el apoyo a las nacientes órdenes militares, como los Hospitalarios y los Templarios. A estas instituciones les concedió tierras y privilegios, reconociendo su utilidad como fuerzas armadas profesionales dedicadas, no sólo a la defensa del reino, sino también al auxilio de los peregrinos y la consolidación de las fronteras.

En el caso de la orden de los templarios liderados por Hugo de Payen, en el año 1119 Balduino les cedió parte del Templo de Salomón para que estableciera allí la orden su cuartel general. Por ello comenzaron a ser conocidos como los “Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón”, o simplemente templarios, en referencia a ese lugar sagrado.
En el plano internacional, Balduino II mantuvo relaciones constantes con los reinos de Europa y el papado, solicitando refuerzos y recursos para Tierra Santa. El refuerzo militar y espiritual proveniente de Occidente resultó esencial en diversos momentos, especialmente cuando el reino fue amenazado por coaliciones de turcos y musulmanes. Por otra parte, Balduino II fomentó la tolerancia y el diálogo con las poblaciones locales, principalmente cristianas orientales y musulmanes bajo dominio latino, buscando estabilidad en una región marcada por la diversidad religiosa y étnica.
Sucesión
Balduino II fue también un hábil estratega en materia de política dinástica, consciente de la importancia de garantizar la continuidad del reino latino. Se casó con Morfia de Melitene, hija de Gabriel, príncipe armenio de Melitene, reforzando así las alianzas con los cristianos orientales. Su matrimonio no sólo tuvo resultados políticos sino también personales, ya que Morfia fue una figura relevante durante su cautiverio, gestionando tanto su rescate como la estabilidad del reino en su ausencia.
Al carecer de hijos varones, Balduino II aseguró la sucesión concertando matrimonios que permitieran la continuidad de la dinastía franca. La más célebre de sus hijas, Melisenda, fue casada con Fulco V de Anjou, futuro rey de Jerusalén. Con esta unión, Balduino II asentó una sólida alianza franco-angivina, reforzando la posición del reino latino ante las amenazas internas y externas.
Balduino II de Jerusalén falleció el 21 de agosto de 1131 en Jerusalén, tras enfermar gravemente. Antes de morir, tomó los votos monásticos y se retiró a la comunidad del Santo Sepulcro, donde pasó sus últimos días. Su muerte marcó el fin de un reinado clave para la consolidación del Reino de Jerusalén, y fue enterrado en la Iglesia del Santo Sepulcro, lugar de reposo habitual de los reyes cruzados.