El castillo de Dunnottar es una de las fortalezas medievales más emblemáticas de Escocia y un destino fundamental para quienes desean conocer en profundidad la historia y el patrimonio arquitectónico del país. Situado en la costa noreste, cerca de la localidad de Stonehaven, en el condado de Aberdeenshire, el castillo de Dunnottar se alza sobre un acantilado a casi cincuenta metros de altura, rodeado por el mar del Norte. Este castillo ha sido testigo de algunos de los episodios más relevantes de la historia escocesa, desde las invasiones vikingas hasta las luchas de independencia y los dramas de la corte de los Estuardo.
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El origen del castillo de Dunnottar está vinculado a la monarquía de los Pictos y a la temprana cristianización de Escocia. El cronista Beda narra en el siglo VIII cómo San Ninian erigió una iglesia en este promontorio en torno al año 400, lo que convierte al lugar en uno de los primeros centros cristianos de la región. La posición vulnerable del castillo hizo que sufriera intensos asedios durante la invasión vikinga en el siglo IX, siendo incendiado en 900 por los noruegos comandados por el rey Olaf, según las crónicas escocesas.
Sin embargo, no fue hasta la Edad Media central cuando el castillo adquirió su forma como fortaleza feudal de relevancia nacional. La familia Keith, que ostentaba el título de «Gran Mariscal de Escocia», obtuvo la propiedad en el siglo XIV. Su intervención fue decisiva en la reconstrucción de las murallas y la creación de la torre del homenaje, así como en la ampliación de los recintos defensivos del castillo de Dunnottar. Bajo su mecenazgo, el lugar se consolidó como uno de los bastiones más inexpugnables del noreste escocés.

Durante las Guerras de Independencia de Escocia, Dunnottar jugó un papel fundamental. En 1297, fue tomado por William Wallace tras un feroz asedio a la guarnición inglesa instalada por orden de Eduardo I. Los muros fueron testigos de crueles represalias y de la posterior destrucción de los edificios para evitar que sirvieran como bastión inglés. Eduardo III de Inglaterra también intentó recuperar el castillo durante la segunda mitad del siglo XIV, aunque la tenacidad de las defensas y la lealtad de los Keith lo impidieron.
Ubicación estratégica
La situación geográfica del castillo de Dunnottar explica en gran medida la importancia que ha tenido a lo largo de los siglos. El promontorio rocoso sobre el que se asienta ofrece una protección natural formidable, con acantilados casi verticales por tres de sus lados y un acceso principalmente a través de un angosto sendero que se adentra en el recinto fortificado. La fortaleza domina un tramo estratégico de la costa de Aberdeenshire, vigilando las rutas marítimas que conectaban el noroeste de Europa con las tierras del norte de Escocia y, por extensión, con los reinos que antaño disputaron la hegemonía sobre estas tierras.
Arquitectura
La arquitectura del castillo de Dunnottar responde a las necesidades defensivas impuestas por el entorno y el desarrollo técnico medieval. El acceso principal parte de una empinada escalera de piedra y un camino excavado en la roca, protegido por una serie de puertas fortificadas, muros y torres circulares que dificultan el avance de cualquier atacante. La torre del homenaje, de planta cuadrada y gruesos muros de granito, constituye el núcleo primitivo del castillo y aún conserva vestigios de su sala principal y dependencias privadas.
A lo largo de los siglos, Dunnottar fue creciendo y adaptándose a las necesidades cambiantes de sus propietarios. En los siglos XVI y XVII se añadieron elegantes estancias residenciales, patios interiores, una capilla y almacenes subterráneos. Una característica peculiar es la existencia de una oscura mazmorra conocida como el «calabozo de Whigs», en la que fueron confinados durante el reinado de Carlos II más de un centenar de presbiterianos escoceses bajo condiciones extremas, un episodio que marcó la historia religiosa del país.
Las murallas se inspiran en los diseños defensivos continentales, con matacanes, almenas, emplazamientos para cañones y puestos de vigilancia que ofrecen unas vistas inigualables sobre el mar del Norte y las tierras bajas circundantes. Especialmente destacable es el salón principal, adornado con techos de madera y grandes ventanales, testigo de la vida cortesana de la nobleza escocesa durante la Edad Moderna.
Cómo llegar
La manera más sencilla es partir desde Aberdeen, ciudad principal de la región, en dirección sur por la carretera A90 que bordea la costa. Tras unos 15 km, al llegar a los primeros barrios de Stonehaven, verás indicaciones para desviarte hacia la iglesia de St. Mary’s, punto de referencia antes de emprender la última etapa a pie.
Una vez en Stonehaven, aparca o baja del autobús local (líneas 19 o 220 conectan ambos puntos con frecuencia) y cruza el puente sobre el río; a mano derecha comienza el sendero costero señalizado que en unos 20 minutos de paseo entre acantilados te dejará en la entrada del castillo de Dunnottar, con sus espectaculares vistas al Mar del Norte.