El 7 de abril de 1167, en la abadía de Pontida, representantes de Milán, Cremona, Brescia y otras comunas sellaron un pacto que pasaría a la historia: el Juramento de Pontida. Aquel compromiso no solo marcó el nacimiento de la Liga Lombarda, sino que simbolizó la lucha por la libertad y la autonomía urbana frente a la autoridad imperial de Federico Barbarroja, cambiando para siempre el equilibrio político de la Italia del siglo XII.
Contexto histórico
Nos situamos en el siglo XII, un periodo convulso caracterizado por la tensión entre el poder central del Sacro Imperio Romano Germánico y las crecientes aspiraciones de autonomía de las ciudades-estado italianas. Tras la muerte del emperador Enrique V, los emperadores germanos, en particular Federico I Barbarroja, pretendieron restaurar una autoridad imperial que chocaba frontalmente con las nuevas realidades políticas y económicas de la región.
Durante las décadas centrales del siglo XII, el norte de la península itálica se distinguía por la creciente pujanza de sus comunas urbanas. Estas ciudades desarrollaban instituciones políticas propias y una economía robusta basada en el comercio y la artesanía, que estaba en pleno auge gracias a su situación estratégica entre Europa y el Mediterráneo. Los intentos de los emperadores germánicos por subyugar estos centros de poder mediante exigencias fiscales, militares y jurídicas chocaron con una resistencia de las ciudades lombardas.
El juramento
Durante los años previos a 1167, Federico Barbarroja había avanzado con sus tropas por la región, tomando ciudades, nombrando a sus propios oficiales y destruyendo, por ejemplo, la ciudad de Milán en 1162 tras su resistencia.
Ante esta situació el 7 de abril de 1167 se reunieron representantes de varias comunas lombardas, entre ellas Milán, Lodi, Cremona, Bérgamo y Brescia en el monasterio de Pontida (Bérgamo) para sellar una alianza defensiva frente a cualquier intento de sometimiento por parte del emperador que sería conocida como la Liga Lombarda. Si bien anteriormente ya se habían formado otras alianzas semejantes en el norte de Italia, como la Liga Veronesa, el juramento de Pontida es recordado como el momento fundacional de la Liga Lombarda que se convirtió en la máxima resistencia local frente a los intentos expansionistas de Federico I Barbarroja.
El juramento de Pontida consiste en el pacto solemne por el que las comunas lombardas se prometían asistencia mutua contra cualquier intento de imposición o agresión por parte del emperador. El acto no se limitó a una mera declaración de intenciones: tenía el claro objetivo de sentar las bases para una resistencia militar organizada.
La Liga Lombarda frente a Barbarroja
Fruto del juramento de Pontida, la Liga Lombarda creció rápidamente, integrando a decenas de comunas y ciudades del norte de Italia. A esta coalición se sumaron potencias regionales como la República de Venecia, Mantua y Parma, así como ciudades de la Emilia y otras regiones. Incluso obtuvo el apoyo del papa Alejandro III, enfrentado a Federico Barbarroja en la contienda entre el poder papal y el imperial.
La Liga Lombarda fue capaz de articular no sólo una resistencia militar, sino también una organización institucional relativamente sofisticada para la época, con asambleas y representantes que discutían estrategias y compartían recursos. Este desarrollo contribuyó, además, a forjar una identidad regional y, posteriormente, un sustrato mitológico y nacionalista que perviviría durante siglos.
El desenlace más significativo de la resistencia de la Liga Lombarda llegaría en 1176 con la batalla de Legnano, cuando las tropas de la Liga infligieron una severa derrota a Federico Barbarroja. Esta victoria consolidó el éxito del compromiso sellado en Pontida y llevó a la firma de la Paz de Constanza en 1183, por la que el emperador reconocía amplias autonomías y derechos a las ciudades lombardas, allanando el camino para el desarrollo de formas políticas comunales autónomas en la región.







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