Cruzada de Barbastro: La Primera Cruzada de la Historia

Redacción

fresco que representa el asedio de Barbastro

En el verano de 1064, la ciudad de Barbastro se convirtió en escenario de uno de los episodios más singulares de la Edad Media: una expedición promovida por el papa Alejandro II y apoyada por caballeros de toda Europa que muchos consideran un precedente de las Cruzadas. Durante unos meses, la ciudad aragonesa fue testigo de la llegada de ejércitos francos, normandos e italianos que, junto a fuerzas hispánicas, lograron arrebatarla a los musulmanes, aunque el dominio cristiano sería efímero. La llamada “cruzada de Barbastro” marcó un hito en la historia peninsular al anticipar el espíritu de guerra santa que décadas después se extendería con fuerza en Oriente.

Contexto histórico

A mediados del siglo XI, la Península Ibérica se hallaba dividida entre los reinos cristianos del norte yAl-Ándalus, fragmentado tras la caída del Califato de Córdoba en los denominados reinos de taifas. En este periodo de inestabilidad, las fronteras cristiano-musulmanas eran especialmente volátiles. El Reino de Aragón, bajo el mando de Ramiro I, y el Reino de León y Castilla, gobernado por Fernando I, veían en la expansión hacia el sur una oportunidad tanto política como religiosa. Esta coyuntura sirvió de caldo de cultivo perfecto para un acontecimiento excepcional en la historia de la península y de la cristiandad medieval: la cruzada de Barbastro.

La idea de las cruzadas aún no había cristalizado plenamente en Europa. Solo unos cincuenta años más tarde tendría lugar la Primera Cruzada destinada a Jerusalén. Sin embargo, el asedio y conquista de Barbastro en 1064 prefigura muchas de las características que definirían las cruzadas: una llamada papal a la movilización militar, la prestación de indulgencias y la cooperación internacional de caballeros de diversos territorios europeos, todo bajo el estandarte de la lucha contra el islam.

El llamamiento papal

El promotor principal de la cruzada de Barbastro fue el Papa Alejandro II, que en 1063 dirigió una llamada a la caballería europea para conquistar territorios musulmanes en Hispania. Se concedieron indulgencias plenarias a los combatientes bajo el argumento de una guerra santa, una indulgencia parecida a la que más tarde se otorgaría en las cruzadas orientales.

Retrato del Papa Alejandro II en marco ovalado
Retrato del Papa Alejandro II

La iniciativa papal contó con el apoyo del monje Hugo de Cluny, figura clave de la reforma eclesiástica y enérgico promotor de la intervención francesa en la península ibérica. Al llamamiento respondieron no solo caballeros de los reinos cristianos hispánicos, sino también importantes contingentes de la nobleza francesa, provenzales y lombardos, reunidos en una coalición sin precedentes.

El asedio de Barbastro

Barbastro, situada en la actual provincia de Huesca, era en el siglo XI una ciudad próspera y fortificada, eje comercial y estratégico de la taifa de Lérida. Esta plaza representaba una posición avanzada, esencial para frenar las acometidas de los cristianos, y su conquista abría el camino hacia el corazón de los dominios musulmanes del valle del Ebro.

En el verano de 1064, una hueste compuesta por varios millares de guerreros cristianos, comandados por Guillermo VIII de Aquitania, cruzó los Pirineos y se unió a las fuerzas de Ramiro I de Aragón, su hijo, Sancho Ramírez de Aragón y el futuro Sancho Ramírez de Navarra. Junto a ellos marchaban caballeros lombardos, borgoñones, normandos y soldados francos de variada procedencia.

El asedio de Barbastro fue feroz y minuciosamente organizado. Los defensores musulmanes, conscientes de la importancia de la plaza, resistieron durante semanas los embates de las catapultas, las máquinas de asedio y los intentos de minar los muros. Los sitiadores cercaron la ciudad, impidiendo el abastecimiento, hasta que finalmente, tras poco menos de dos meses, la resistencia colapsó y la ciudad cayó en septiembre de 1064.

Las crónicas medievales, como la de Ibn Hayyan, describen el saqueo y la masacre ocurrida tras la conquista. Se estima que murieron miles de habitantes y prisioneros, tanto en la toma como en los días posteriores, y la riqueza de Barbastro fue repartida entre los cruzados. Fueron capturadas numerosas mujeres musulmanas, que recibieron distinto destino, y gran parte del botín fue enviado como tributo a diversas iglesias cristianas.

La repoblación y el dominio cristiano en Barbastro resultaron efímeros. En 1065, tan solo un año después, las fuerzas musulmanas reaccionaron con rapidez. Al-Muqtádir, rey de la taifa de Zaragoza, organizó un contraataque y recuperó la ciudad. Sin embargo, el breve dominio cristiano dejó en la memoria colectiva la imagen de una victoria épica, germen de la mentalidad de cruzada.

Implicaciones

La cruzada de Barbastro fue la primera vez que, bajo el liderazgo espiritual del Papa, se organizaba una expedición de guerreros de distintos países para luchar bajo el estandarte de la cristiandad contra el islam fuera de las fronteras tradicionales. En este sentido, Barbastro puede considerarse un experimento que anticipó las formas, los discursos y la organización de las grandes cruzadas posteriores al Próximo Oriente.

Las indulgencias concedidas a los combatientes de Barbastro sirvieron de modelo para la Primera Cruzada, convocada por Urbano II en 1095. El éxito inicial de la campaña demostró el potencial de la cooperación militar internacional bajo el liderazgo papal, y también reveló la brutalidad inherente a tales expediciones, en las que el saqueo, la violencia y la esclavización de la población conquistada formaban parte de la lógica bélica.

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