La Batalla De Crécy Y El Triunfo Del Arco Largo

Redacción

La Batalla de Crécy, librada el 26 de agosto de 1346, se convirtió en uno de los enfrentamientos más decisivos de la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia. El choque sucedió en las cercanías de la población de Crécy-en-Ponthieu, en la región de Alta Francia, y supuso una demostración innovadora de la táctica militar inglesa, dominada por el uso masivo del arco largo. Los acontecimientos de Crécy tendrían un impacto significativo en la evolución del arte de la guerra en la Baja Edad Media y en la proyección de poder de los monarcas implicados.  

Antecedentes 

La raíz del enfrentamiento se remonta a la muerte del rey francés Carlos IV en 1328, el último de los monarcas capetos directos, que falleció sin dejar herederos varones. Ante este vacío de poder, surgieron distintas reclamaciones al trono. Una de ellas fue la de Eduardo III de Inglaterra, quien era nieto de Felipe IV de Francia gracias a su madre, Isabel de Francia, apodada la “Loba de Francia”. A través de ella, Eduardo tenía un vínculo directo con la dinastía capeta, lo que, en su opinión, le otorgaba un derecho legítimo al trono francés.

retrato de Eduardo III de Inglaterra
Retrato de Eduardo III de Inglaterra

Sin embargo, la nobleza francesa rechazó su reclamación basándose en la Ley Sálica, una norma que prohibía heredar la corona a través de la línea femenina. En su lugar, eligieron como nuevo rey a Felipe VI de Valois, primo de los últimos reyes capetos por línea masculina. Eduardo III aceptó inicialmente esta decisión por razones diplomáticas, pero en 1337, en medio de nuevas tensiones, reactivó su reclamación al trono y declaró la guerra a Francia, marcando así el inicio del conflicto.

A este trasfondo dinástico se sumaban factores económicos y territoriales. Inglaterra aún conservaba territorios en suelo francés, como el ducado de Aquitania, cuya soberanía estaba en constante disputa. Además, el comercio de la lana inglesa —fundamental para su economía— dependía en gran medida de los talleres textiles de Flandes, una región bajo la influencia del rey francés. Estas tensiones multiplicaron la rivalidad entre ambas coronas, haciendo inevitable el choque armado.

En este contexto, en el verano de 1346, Eduardo III lanzó una ambiciosa campaña militar. Desembarcó con su ejército en Normandía, avanzando hacia el norte a través del saqueo de ciudades y pueblos, en una estrategia destinada a debilitar a Francia y forzar una batalla campal. El avance inglés lo llevó a cruzar el río Sena y luego el Somme, mientras era perseguido por el ejército de Felipe VI. Finalmente, ambos bandos se encontraron cerca del pueblo de Crécy-en-Ponthieu. Allí se libraría una batalla crucial que no solo marcaría un hito en la guerra, sino que también transformaría la forma de hacer la guerra en Europa.

Composición de los ejércitos  

El ejército inglés, comandado directamente por Eduardo III y con la participación de su hijo primogénito, el príncipe Eduardo de Woodstock (posteriormente conocido como “Príncipe Negro”), contaba con una mayoría de arqueros portadores del arco largo galés. Estas armas, de considerable potencia y gran cadencia de tiro, podían perforar la armadura francesa a corta y media distancia. Los hombres de armas ingleses, desmontados y pertrechados con lanzas cortas, formaban el núcleo de la línea defensiva junto a los arqueros.  

Por su parte, el ejército francés reunía a caballeros y hombres de armas, apoyados por contingentes de ballesteros genoveses que empleaban la ballesta. Aunque las ballestas poseían un extraordinario poder de penetración, su velocidad de carga era sensiblemente inferior a la de los arcos largos. Los caballeros franceses, reforzados por la nobleza de toda la corona, se mostraban confiados en su superioridad caballeresca y en el ímpetu que podían generar lanzados en masa. El número exacto de combatientes es objeto de debate entre los cronistas contemporáneos, pero se estima que los franceses contaban con algo más del doble de efectivos que los ingleses.  

Disposiciones tácticas

Eduardo III eligió cuidadosamente el terreno antes de enfrentarse a los franceses. Colocó a sus tropas en posición defensiva sobre una ligera elevación, flanqueada por bosquetes que limitaban los movimientos de la caballería enemiga. Ordenó la construcción de empalizadas improvisadas de estacas afiladas (palizadas) ante la primera línea de arqueros para entorpecer la carga de la caballería francesa. Esta preparación anticipada reflejaba el dominio inglés de la guerra estática y el conocimiento de las vulnerabilidades de la caballería pesada ante armas de proyectil de repetición.  

Por su parte, Felipe VI confiaba en una estrategia de avance directo. Dividió sus formaciones en tres cuerpos principales: la vanguardia compuesta por los ballesteros genoveses y caballeros ligeros, seguida por la nobleza montada de la caballería pesada en el centro, y, finalmente, la retaguardia organizada por miembros de la guardia real y altos dignatarios. La falta de coordinación entre estas fuerzas y la precipitación de los cuerpos de choque habrían de resultar fatales.  

El desarrollo de la batalla  

El combate se inició con los genoveses desencadenando fusiladas de ballesta contra las primeras filas inglesas. Sin embargo, una repentina tormenta descargó lluvia intensa, humedeciendo las cuerdas de las ballestas y ralentizando su mecanismo de disparo. Mientras tanto, los arqueros ingleses aprovechaban la mínima apertura en el cielo nublado para lanzar lienzos de flechas que impactaban con precisión mortal. La retaguardia francesa, compuesta por ballesteros, no logró reorganizarse a tiempo.  

Desconcertados por la eficacia de los arqueros ingleses y la protección que ofrecían las estacas, los caballeros franceses emprendieron la carga contra lo que creían era un flanco débil. La caballería pesada, en plena carrera, vio cómo sus formaciones se desarticulaban al embestir las empalizadas, sufriendo numerosas bajas antes siquiera de llegar a los ingleses. Una vez aproximadas las líneas, los soldados desmontados y proveídos de picas cortas repelieron la ofensiva con firmeza. Los envites sucesivos resultaron en una masacre, pues cada tropel caballeresco quedaba atrapado entre los arqueros y los hombres de armas desmontados.  

Simultáneamente, un contraataque inglés, liderado por el Príncipe Negro junto a su escolta, rompió el flanco derecho francés. Los efectivos galos, superados en número y moral, iniciaron un retroceso desordenado que pronto devino en huida. El rey Felipe VI, presenciando el caos de sus tropas, optó por retirarse con la guardia real, abandonando el campo de batalla. Durante la noche siguiente, los ingleses inspeccionaron el terreno y recogieron abundantes estandartes cortesanos como trofeos.  

Consecuencias 

La victoria inglesa en la Batalla de Crécy supuso la caída de la moral francesa y la pérdida de gran parte de su caballería más aguerrida. Los cronistas de la época hablan de decenas de nobles muertos o capturados, entre ellos varios parientes directos del monarca. En el plano militar, la eficacia del arco largo inglés confirmó la necesidad de reformar las técnicas de combate del ejército francés. Además, la humillación sufrida por la caballería feudal aceleró la adopción de nuevas formaciones defensivas y una mayor coordinación entre arqueros y hombres de armas.  

En términos políticos, Eduardo III obtuvo un impulso decisivo para su campaña en Normandía y el norte de Francia. Las ciudades costeras quedaron abiertas a saqueos y acuerdos de soberanía; muchos municipios, temerosos de repetir la experiencia, se sometieron al rey de Inglaterra o pactaron cuantiosas sumas de rescate. El desequilibrio resultante fortaleció la posición inglesa en las negociaciones posteriores, aunque el prolongado conflicto daría lugar a nuevos episodios de violencia e inestabilidad.  

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